domingo, 24 de marzo de 2013

Mi vida consiste en crear.
Pero crear con barreras me produce ansiedad. 
Asfixia. Mi sistema nervioso colapsa. Entro en shock. 
De un instante a otro olvido que para conseguir moverme debo desplazar mi pie derecho, y después el izquierdo y repetir la acción en un bucle instintivo. 
De repente todos los patrones preestablecidos de mi existencia dejan de tener sentido alguno. Los folios en blanco me juzgan con su mirada vacía. 
Mis pulmones se niegan a funcionar de forma normal. Mi cerebro se paraliza y mis neuronas deciden que es una buena época del año para irse de vacaciones. 
Insensibilidad en la punta de los dedos. La textura de la pared impresa en mis retinas. 
Es como si una espiral de materia gelatinosa me hubiera absorbido. Su transparencia me impide poder olvidarme del mundo, pero me restringe de movimientos, me inunda todos los poros, me incapacita de movimiento y de pensamiento.
Odio la sensación de estar paralizada por el miedo a la creación. Por el miedo al compromiso de la hoja en blanco. O del proyecto sin idea. 
Rollos interminables de planos que se acumulan enrollados en la mesa. Gritándome con sus líneas realidades palpables tridimensionales representadas en papel. Me gritan esa realidad existente, construida e impasible a lo que mi lápiz pueda hacerles. 
Esta espiral me abraza, me constriñe, me ahoga. 
No sé como salir de esto. No recuerdo como respirar normalmente. 
No me asusta el compromiso de la creación. El papel en blanco y yo ya casi hemos superado nuestras diferencias. Pero no sé que es exactamente eso que me horroriza tanto de la creación de un proyecto. Me entumece los sentidos y solo tengo ganas de poder salir corriendo aunque esté en el más absoluto campo abierto. 



La ansiedad me paraliza.