miércoles, 19 de junio de 2013

Océanos


Inspirar, expirar, tratar de contener las lágrimas, inspirar, expirar, disimular la voz constreñida con un poco de tos, inspirar, expirar, inspirar, expirar, inspirar, expirar y salir corriendo.

Puntos suspensivos. Salta la alarma del pánico.

Ella está ahí, sentadas en el centro geométrico de la habitación mirando esas cuatros esquinas que contienen su existencia, tratando de contenerse a si misma dentro de su cuerpo.
Porque parece que ya nada tiene sentido. Y le echa toda la culpa al calor, a esas 30 horas sin haber dormido, a ese pequeño malestar de cabeza que lleva todo el día acompañándola, al repetitivo sonido del reloj que cuelga de la pared, pero la verdad, es que por mucho que quiera, no puede escapar del sentimiento. Da igual quién o qué tenga la culpa, parece que nada le va a hacerse sentir mejor.
Las mejillas insensibles ya de tantas lágrimas corrosivas, explosiones nucleares de neuronas, suicidios de suspiros...
La calmante sensación de sentirse en casa demasiado difuminada ya para reconfortarla.
Y con la sensación de contener océanos bajo sus párpados, y con suspiros de mar cayendo de sus labios, cierra los ojos y espera que la razón del existir se digne a aparecer al día siguiente.

Cuando no se pueden contener ni las lágrimas,¿ cómo pretendemos contener el océano entre nuestras manos?

Mrs. Blueness
Mrs. Blueness by Silvia Travieso G on Flickr